La Pepa era la pena de muerte en aquellos años amargos. Y esta coplilla era lo poco que tenía la gente que esperaba en las cárceles para morir como perros a tiros.
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Una, grande y libre. Ya. A otro con esos cuentos. Asco me da sólo de pensar que esas cosas han ocurrido en el país en el que vivo. Y más asco me da que haya gente que las siga defendiendo.
Cuánta ineptitud, madre mía.