Despierto y el frío albino de un día gris recorre mi espinazo. Y echo de menos tus brazos dulce recuerdo de la temporada más cálida. Y recuerdo los paseos nocturnos, el vaho saliendo a la vez que las palabras, a la vez que los silencios en los que el termómetro por los suelos y lo cerca que estabas no me dejaban pensar en nada.
Y las palabras sólo enmascaraban la curiosidad por saber cómo sería el invierno si a cada momento unas manos como las tuyas diesen calor a las mías, frías por defecto. Y tratando de entender por qué esas nubes oscurecen el sol de mis pensamientos, llega la hora temida de volver a casa.
- Hace frío, ¿no?
Y por un momento hablar del tiempo deja de parecerme una banalidad. Sino veinte palabras más que escucharte pronunciar.
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