Opté por dejarla a su libre albedrío, convencida de que saldría adelante ella sola, ya que mi conciencia solía ser siempre buena, o al menos así se me había vendido. Maldito ese instante en que, por un sólo pelo, tomamos la decisión equivocada.
Y esta sin duda lo fue.
Mi conciencia ha decidido marcharse. Ha decidido olvidarse de mi, y e ir a buscar su propio camino, sin dejarme instrucciones, sin decirme cuán larga será su ausencia.
¿Venderán conciencias de segunda mano? ¿Algún alma caritativa podrá prestarme la suya?
¿Me querrás sabiendo que no la tengo?
Si, no, tal vez...
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