Y entonces no queda otra que bucear, plantarse las gafas, las aletas y toda la parafernalia que te ayuda a respirar y tratar de llegar a ver qué es lo que hay de nuevo. A veces tesoros, a veces cadáveres en descomposición. A veces restos de barcos antiguos, que en su momento fueron buque insignia, a veces un montón de algas que no permiten ver nada más.
Y uno hace cuentas y no le salen, le falta el aire y tiene que salir a respirar y la cueva se queda en la cabeza, resonando de vez en cuando para recordarte esa aventura que dejaste a medias y que probablemente nunca retomarás. Especie de Cid de las profundidades, vencido. ¡Vencido por un puzzle!
1 comentario:
Los puzzles no nos vencen. Somos nosotros los que nos desesperamos con ellos. Con paciencia se llega a todos los sitios, pero para ello hay que caminar o bucear mucho.
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